Estaba llamada a facilitarnos la vida, a simplificar el trabajo humano, casi a hacer del planeta Tierra un lugar mejor. Su uso comenzó a democratizarse con la llegada de herramientas como ChaGPT, Gemini y Bing Chat (ahora Copilot). Asentados los mecanismos que la hacen funcionar, estos mismos empezaron a perfeccionarse por mediación de los más avezados ingenieros informáticos. Hoy día, su poder de creación es tal que muchos sostienen que, más pronto que tarde, será casi imposible dirimir qué es verdad y qué no lo es.

Existe un consenso bastante amplio en torno a la idea de que la inteligencia artificial ha venido para quedarse, por lo que ya te puedes ir acostumbrando a eso de ver montajes y falsificaciones digitales por doquier. Las predicciones, no obstante, apuntan hacia un escenario radicalmente distinto a eso de encontrarse por internet una foto de Santiago Abascal y Pablo Iglesias cogidos del brazo mientras pasean por Madrid (no es broma, esa imagen existe).

En la era de las nuevas tecnologías, el estrés, la inmediatez, las redes sociales y la (des)información, parece más necesario que nunca estar vacunado frente a eso que la RAE prefiere llamar 'bulo' en lugar de 'fake news'. El problema es que, si ya era difícil estar prevenido hace solo dos o tres décadas, hoy por hoy, en pleno 2024, la dificultad es doble (puede que triple o cuádruple).

En un intento por atajar la problemática de raíz, la FAPE ha llevado a cabo este 9 de mayo una suerte de taller al que estaban llamados a adherirse todos los profesionales de la comunicación radicados en suelo caballa. La organización que agrupa a los periodistas afincados en la ciudad autónoma se ha hecho temporalmente con los servicios de un rostro de sobra conocido en el gremio para arrojar algo de luz, precisamente, a propósito del periodismo moderno. Su nombre: Carmela Ríos.

Ceutí de nacimiento, Ríos se presenta a sí misma en su perfil de Twitter como "informadora de la desinformación". Tras haber pasado por medios de la talla de Antena 3 y CNN+, la comunicadora se desempeña en la actualidad como columnista para el diario El País. Su pericia y su dilatada trayectoria profesional le han conferido algo más que simple maña para detectar mentiras, de ahí que la FAPE viese en su persona a la ponente ideal para instruir a sus compañeros de la Perla.

Carmela considera que el actual es "un sistema de información viciado y caótico". Dentro de él, acechan "dos grandes amenazas". La primera es, justamente, la desinformación, una que "va mutando y adquiriendo aspectos diferentes". La otra es esa inteligencia artificial de la que "no sabemos exactamente hacia dónde va", mas sí que, con ella, ya se puede generar "todo tipo de contenido".

Imágenes, audio, vídeo, texto... La ristra de ámbitos a los que llegan los tentáculos de la IA es extensa, por eso "cada vez es más difícil saber qué es verdad y qué es mentira". Dada la tesitura, surgen dos preguntas. La primera: ¿qué pueden (qué podemos) hacer los periodistas? La segunda (y casi más importante): ¿en qué posición quedan estos? Si se puede hacer "de todo" con inteligencia artificial, por qué habría un empresario de tener una redacción llena de seres humanos tecleando frente a un ordenador? "El ahorro en costes sería impresionante", valoraba Ríos, que advertía: "Ya no es que una máquina te escriba un texto, es que te puede montar una cadena de televisión".

A fecha de 2024, "la IA tiene un poder de creación sin apenas límites" (lo dice una experta en la materia). Lo cierto es que los profesionales de la comunicación poco o nada pueden hacer a ese respecto; el futuro de la profesión depende más de "el grado de tolerancia de la población a la hora de consumir información". La cosa es sencilla: si la gente solo se nutre de noticias 'vacías', simples, las máquinas vienen que ni pintado. Por fortuna para quienes estudiaron la carrera, no todo está perdido.

Ríos cree que "hay cosas que los periodistas tienen que seguir haciendo". Lo cree por la simple razón de que "no es factible que un robot vaya a cubrir un atentado o un vertido de fuel". "Somos nosotros los que tenemos que acudir al sitio, ver, oler, llamar y preguntar", apuntaba la columnista, que defiende que "hay una parte del proceso periodístico que es intrínsecamente humana". "No veo a la inteligencia artificial entrando en ese terreno", apostillaba.

A pesar de ser ChatGPT y el resto de chatbots herramientas muy útiles para hacer "algunas cosas", estas nunca tendrán la creatividad propia del ser humano. En esta línea, Carmela defiende que la IA ha de ser, estrictamente, "un asistente", un complemento que, en ocasiones puntuales, ayude al reportero de turno a agilizar su labor informativa.

Lo que sí ve necesario Ríos es que se acometa "un debate profesional". En España, todo lo relativo a inteligencia artificial se regula a través de la Ley de Protección de Datos. Esta, no en balde, parece haber quedado algo obsoleta. El motivo del desfase radica en algo mucho más complejo que la mera recopilación de información: la ética. Si no terminas de entender qué diantres pinta aquí la moral, vuelve a echarle un ojo a la imagen de Abascal e Iglesias. Cuando termines, pregúntate a ti mismo hasta dónde puede llegar la IA y si es necesario mantener el asunto bajo control.